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Por Violeta.

@historiasdecama

Hablando de masturbaciones y voyerismo

Me levanté con calor, sedienta y mojada. Mi ansiedad no se calmaba ni con un baño de agua fría y menos si intentaba masturbarme y quitarme las ganas solita. Aunque a veces me funciona, esta vez era tan fuerte y profunda que nada podia ayudarme a recobrar la cordura. La lejanía y la falta de sexo han hecho que mi vagina se impaciente por la necesidad de que la penetren. Siempre deseosa de su cuerpo y ese era el gran problema. Lo estaba extrañando a él y a su perfecta forma de complacerme. El café de la mañana, los huevos esponjados y las tostadascon el toque más perfecto ¡Su sonrisa!
Y pienso ¿Qué hago aquí sin él? Los recuerdos me azotan la imaginación. Las tantas veces que me arrebataba un beso, me alzaba por mi culo y me cogía con toda esa fuerza salvaje que lo caracteriza. No hay mejor polvo que él y nadie ha dado en el punto de hacerme gemir con tanta vehemencia como lo hace él, de día y de noche.
Teníamos sexo perfecto, enloquecido y enfermo. Nuestra conexión y nuestros cuerpos encajaban sin defectos, él sabía cuando yo quería suave y cuando duro. Nos reconocíamos, ese era nuestro gran secreto, conocernos en cada gesto y cada pedazo de piel.

Estaba en mi cama, llena de sábanas y solitaria, me azotaba la peor de las incertidumbres, la necesidad. Ya son 69 días sin él y sin su mejor parte, mi favorita.

Me llamó por video, le contesté enseguida, la emoción que me invadía. Lo vi con esa mirada lasciva que se desbordaba y quería traspasar la cámara. Coincidimos en nuestros deseos, parece que hubiese olido mis ganas. Sus ojos cafés brillaban igual que cuando llegaba al orgasmo encima de mí. Él casi siempre estaba encima de mi cuando se venía, no por cuestión de falta de creatividad en las posiciones, al contrario, era porque en esa yo podía mirarlo fijamente a los ojos y saber que pasaría luego de que le dijera que me diera más duro. Cuando me daba más duro, siempre terminaba la faena, era el punto de éxtasis y si yo no alcanzaba a llegar al mismo tiempo, él provocaba mi orgasmo justo en los segundos posteriores. Su pene nunca bajaba de tamaño enseguida, siempre con una firmeza infinita y deliciosa seguía moviendo al compas de mi vagina para hacerme gemir más duro. Creo que llegaba más a su punto limite cuando me veía a mi, perdida en mi placer.
-¡Déjame verte! ¡Muévete! ¡Quiero verlo bien! Me dijo.
Le sonreí. Y me puse a medio lado.
Se refería a mi culo, delira con él, me lo ha repetido una y otra vez. Dice que nadie lo calienta como lo hago yo, que solo con recordarme se excita, que soy la dueña de sus erecciones. Esa confesión me sube el ego, me moja las entrañas y me acosa los buenos pensamientos. ¡Me encanta saberlo!
-¡Es perfecto! Dijo. Tenía su pene entre sus manos. Lo manoseaba y me lanzaba miradas pervertidas.
Podía verlo por debajo de su pantalón, crecía como un sayayín revolucionario. Siempre me llama cuando tiene ganas de mí, con su pene tamaño extra grande me hace delirar, quisiera que me follara siempre, sin limites de hora.
-¡Nadie lo hace crecer como tú! Me dijo. Sentía pulsaciones en mi vagina, me encanta saber que nadie provoca sus ganas mejor que yo.

-¡Soy una actriz porno! ¡Deberías pagarme por esto! Le sonreí.
-¡Exclusiva para mi! Contestó.

Me quité la ropa, quedé en tangas y con las tetas al aire. Comencé a coquetearle tirándole besos y tocándome las tetas.
¿Te gusta? Lo miraba fijamente.
Él estaba incómodo, lo sé.
-¡Si sigues así me tocará ir corriendo para el baño!
-¡No! ¡Quiero verte mientras lo haces! Le supliqué.
Abrió la corredera de su pantalón y me mostró al culpable de mis perturbaciones, dueño de todas mis sensaciones y posiciones. Su pene era justo lo que yo quería ver. Deseaba que me cogiera por mi pelo largo y me sometiera a sus perversiones. Besarlo hasta que se viniera en mi boca, o mejor hasta enloquecerlo y me penetrara sin tenerme compasión. Pero la distancia era nuestro enemigo y esa calentura no podía satisfacerla con toda esa adrenalina con la que me la estaba imaginando.
Estaba completamente desnuda, con mis pezones impacientes, con ganas de sentir su lengua mojándolos. Hacia lo que él me decía. Le abrí mis piernas frente a la cámara. Le dejé ver mis secreciones, me volteé y me puse en cuatro.
Con su expresión lo dijo todo,
-¡Justo ahí te quiero dar! Tenía las manos desgastadas, movía su pene a su gusto.

Me mantuve en esa posición por unos segundos. Mi vagina estaba mojada, la sentía empapada, la rocé con mis dedos para calmar las pulsaciones. Sentí su respiración entre cortada hasta que escuché un suspiro.

-¡No te imaginas cuanto te extraño! Expresó.
Nos miramos fijamente, él sonrió y recordé esa mirada perdida, el mismo reflejo lo tiene cuando se viene encima de mi, con todas sus perversiones a flote. Fueron 69 sensaciones juntas.
-Violeta, no es bueno que me masturbe frente a ti.
Lo miré sin remordimientos,
-¡Ya cállate, a mí me encanta! Le dije.

 

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