Una historia en los tiempos de Tinder
Por Violeta.
Mateo. 39 años. 6 millas de distancia.
Observé sus fotos, se veía interesante.
Le di un like e hicimos match.
Estábamos en el balcón de un bar, nos deleitábamos con los sonidos y los contrastes de la calle. La luna llena estaba bella e iluminada. En nuestra mesa habían dos mojitos de Maracuyá, cada quien tomó el suyo en sus manos.
-¡Salud! ¡Mirando a los ojos! Le dije con picardía.
-¡Lo sé! Contestó.
-¿Conoces la tradición? Le pregunté para indagarle las ganas.
-¡Si! De igual forma debo corregirte. Me miró a los ojos, sé que decían pero quise esperar más.
-¿Qué? Le pregunté.
-¡El trago se toma con la mano donde está el corazón!
Observé mi mano y volteé mi mirada hacía él.
-¡Yo no tengo corazón! Le sonreí.
-¡Yo tampoco! Me contestó con una sonrisa delatadora.
-Entonces ¡Salud! Volvimos a chocar los mojitos.
-¿Qué tenés en la cartera? Las mujeres siempre tienen carteras muy grandes, pero en la que traes no creo que haya mucho.
No intentó abrirla.
-¡Un labial! Le contesté ¡Por si se me corre! Acentué. Me miró como si hubiese entendido mi sarcasmo.
Para mí fue muy difícil estar sentada frente a él y aceptar una cita a ciegas. Le esquivé la invitación varias veces porque me daba miedo que no fuera a funcionar y terminara en un fiasco más, porque para ser sincera,soy pésima eligiendo polvos por foto, me encantan que estén deliciosos y por foto es difícil saberlo, algunos pasan la prueba y el 90% les doy un good bye.
Debo confesarles que abrí TINDER y soy una experta haciendo clic en la X roja que aparece en la aplicación y no puedo evitar ignorar cada super like (Advertencia de que me súper gustas) que he recibido. Si, ya sé que una mujer como yo no debería estar buscando lo que no se le ha perdido en una aplicación donde casi todos los hombres están ansiosos por desbordar sus deseos de follar sin compromiso y sin la mínima intención de brindar una copita de vino blanco.
Aclaro, eso no me ha pasado a mí porque casi siempre evito pasar un mal rato.
Estaba en la cama, de verdad sin mucho que hacer. He bajado y eliminado mi perfil en esta aplicación muchas veces, es que me aburro de hablar, de las fotos feas de chicos con sus novias o hijos ¿A caso no saben que esta es una forma de ligar? Casi nunca ponen su mejor foto, en cambio, yo sí. Escojo la más linda, interesante y donde se note que tengo clase, aunque después saque las garras. Bajé Tinder porque estaba de viaje en una ciudad diferente y lo confieso, quería saber cómo era la oferta del mercado local.
Quiero decirles la verdad, no esperaba más que encontrar una manada de lobos hambrientos, porque para quienes pretenden encontrar una historia rosa aquí, me permito contradecirlos y enfrentarlos a la cruel realidad.
¡Eso no va a pasar! En esta aplicación hay pocos caballeros y muchos hombres ofreciendo penes sin garantías de calidad.
He recibido mensajes en la madrugada y otros tan explícitos como:
-¡Estoy en mi apartamento! ¿Vienes y follamos rico?
Sin embargo de todos los mensajes fuera de lugar que he recibido, hubo uno en particular que me dejó sin palabras. Abro comillas para citar textualmente al loco “Si quieres algo serio conmigo, estás en el lugar equivocado” No tuve que pensarlo dos veces para mandarlo al sitio de donde salió. Evidentemente lo eliminé sin decirle nada sobre su comentario, soy de las que piensa que si te quieres follar a una mujer, por lo menos, debes ser más creativo y trabajar por eso.
Apenas me había escrito hola y en su segunda frase me envía este mensaje, como si yo estuviera detrás de él, como si no me acordara que las únicas veces que he estado detrás de un tipo, es cuando estoy encima de él, besándole la espalda, las nalgas y las ganas de mi.
Y entonces me pregunté.
¿Qué rayos hago aquí? Nunca concreto una cita, evado las salidas y me da pereza que me salga un hombre totalmente diferente al de la foto, más gordo o menos alto.
Por los anteriores motivos, decidí colocar en mi perfil:
“Yo solo salgo con caballeros” y la palabra caballeros se refería a que por lo menos no me escribieran a las dos de la mañana o me invitaran a sus casas a ver una película en Netflix, sin una cena previa y con la única intención de follarme y nada más.
En fin, cesé la búsqueda. Estaba resignada hasta que un domingo recibí un texto de los pocos match que había conseguido en los pocos días que llevaba activa.
-¡Hola! Soy un caballero uruguayo, estoy desde esta noche en esta ciudad, me gustaría que me hicieras algunas recomendaciones de dónde podría ir.
Observé sus fotos antes de contestar, se veía guapo e interesante pero aún no le encontraba el “plus”.
Le escribí algunas recomendaciones de bares, restaurantes y sitios para conocer.
-¿No salís hoy? Me preguntó.
-¡No! Contesté. Acabo de llegar de la playa, fue un día largo y estoy un poquito cansada.
Él no insistió. Sólo me dijo que otro día estaría encantado de ve
rme y tomar un café para que no sintiera que estaba en una cita.
En ese momento me agrado que no insistiera, eso me transmitía que no estaba tan ganoso y que nuestro encuentro no se resumiría a una historia de cama desde el inicio, sin embargo yo quería explorar más y me dio curiosidad su pasividad.
-La verdad yo no uso esta aplicación, me excusé. La bajé porque estaba de viaje y para ser muy sincera, hay muy poco de buen material por aquí. Escribí sin verguenza.
-¡Me alegra que no lo hayas desinstalado! Eso quiere decir que soy un privilegiado. Agregó.
– Aún no estoy segura ¡Compláceme! Envíame una selfie. Ataqué.
La foto llegó.
-¡Estoy en la cama del hotel! ¡Casi salimos! Me escribió.
Se veía mejor que en las fotos que tenía como referencia en Tinder.
-¿Qué tal? Me preguntó.
-¡Eres buen material! Le contesté. Hubiese dado cualquier cosa por verle la cara en ese momento. Sé que le subí el ego, seguramente lo tenía tan alto como los hombres de sur de Sur América.
-¿Al final no tenés ganas de salir hoy? Me preguntó.
A los hombres casi nunca les gusta que les digan que no o que les posponga sus planes. Sé que tenía curiosidad de verme y saber más allá de las fotos que mostraba.
-¿Salís hoy? Insistió.
No quería sonar más descortés, de igual forma habíamos texteado por varios minutos y por primera vez en mi historia quería decirle que si a una cita a ciegas.
-Hoy no puedo, pero mañana podríamos cenar. Le escribí.
-¿Te gusta la comida de mar? Le pregunté.
-¡Me encanta! ¿Qué tenés planeado? Preguntó.
– ¡Cenar rico!
No tenía la mínima intención de coquetear con él. Me parecía agradable la idea de salir con alguien y hablar un poco. Hace mucho tiempo no tenía una cita y ya estaba preparada para hablar de temas interesantes.
-¿A qué horas y dónde nos vemos?
-¡8:30 PM! En la Plaza San Ángel, al frente de la Iglesia, es súper fácil llegar a esta plaza. Si no llego a las 8:30 en punto, me esperas 15 minutos más. Le dije.
-¡Te esperaré en el altar hasta que llegués! Me envió un mensaje de voz con su acento particular.
No texteamos más hasta que lo encontré sentado en las escaleras en frente de la Iglesia San Ángel, tal cual como habíamos acordado, 15 minutos después de las 8:30.
Lo ví y sonreí, me puse nerviosa, aunque lo disimulé muy bien. Él se puso de pie, estiró su mano y me saludó con un beso en la mejilla.
-¡Es un gusto conocerte! Violeta.
Definitivamente se veía muchísimo mejor en persona. Lo miré sin que se diera cuenta que lo estaba detallado de pies a cabeza y que en menos de un minuto supe que le escribiría una historia ¿Por qué? Porque hace mucho tiempo no miraba unos ojos que me hicieran volver a tener malos pensamientos y desear sentir su lengua besando mis profundidades. Sus ojos eran café oliva ¡Eran bellos! Que mala manía la mía de estarme enamorando de los ojos. Él tenía una mirada que me confundía, no demostró hambre, pero olfateó y eso delató su lobo oculto. Yo soy buena observadora y percibo las ganas.
Ya sé que ando prometiéndoles a casi todos que les escribiré una historia, pero quiero confesarles que no todos me inspiran y no a todos quiero inmortalizarlos en mis letras, a Mateo sí.
Después de saludarnos caminamos, quería mostrarle la ciudad. Le tomé algunas fotos y le enseñé algunos monumentos.
¡Wow! Susurré para mí.
Estaba guapo, alto, con un cuerpo atlético y un culo divino, si tenía un culo divino. Esa noche vestía una camiseta básica negra, unas pantalonetas beige y uno zapatos cafés.
Sin mentir, era como un modelo que se había escapado de una revista y estaba caminado a mi lado.
Hace mucho tiempo no me gustaba alguien a primera vista. Es que yo soy caprichosa y me gusta elegir quien me gusta. Mateo me gustó y me sentía feliz de no haber rechazado su invitación y de estar caminando las calles con semejante obra de arte uruguaya.
¿Quieres comer? Le pregunté.
-¡OK! Vamos donde tú me digas ¡No conozco! Ahora eres mi guía. Le sonreí. Quisiera ser todo y más, me reí de mis pensamientos pecaminosos.
No era para menos, repito era una obra de arte uruguaya. Era como una mezcla de perfección y salvajismo. No me pregunten como sabía que lo era, tengo esa virtud, interpreto movimientos y miradas y sé que desde que me vio tenía en su mente la forma como me iba a bajar los pantalones que llevaba puestos.
Mi piel se erizó desde el primer momento que vi en su mirada las ganas de robarme gemidos.
Me miró fijamente ¿Te puedo dar un beso? Y se abalanzó pero lo esquivé y terminé interponiendo mi mejilla entre su boca y la mía. Él la besó varias veces intentando encontrar mis ganas más cerca. Suspiré, si quería que me besara
-¿Por qué me quieres besar? Le pregunté.
-¡Sos linda y me encantaste!
-¡Convénceme! Le dije con un aire de picardía.
Se acercó lentamente y me dijo susurrándome al oído.
-¡Sos linda y me encantas! Sentí como la sangre me recorría con más fuerza. Lo miré a los ojos y encontré ese brillo que me deleita, me encanta leer las miradas y en él veía deseos de follarme sin parar, hacerme venir hasta el infinito.
-¡Tenés una boca carnosa! Quiero besarla.
Me agarró por el cuello y me respiró en la nuca. Me dio un beso corto, yo le correspondí rozando mi lengua por sus labios ¡Tenía el cuerpo invadido de deseos por él!
-¡Estoy pasando una noche divina contigo! Pero mañana debo despertarme muy temprano, mis amigos y yo vamos a bucear ¡Te conté antes!
– ¡Si! ¡Entiendo! ¿Te gusta mucho bucear? Le pregunté mientras esperábamos la cuenta.
– Es una experiencia extraordinaria, además que para estar debajo del agua hay que estar muy equilibrado.
-¡Nunca he buceado y no creo que lo haga! alguna vez intenté surfear y terminé arrastrada por las olas y sin mi bikini de la parte de arriba.
-¡Me hubiese gustado ver eso! Me dijo y me tomó la mano.
-¿Mi revolcón? Le pregunté.
-¡No! ¡Tus tetas al aire!
-¡Son pequeñas!
-¡Son armoniosas!
Me reíe.
-¿De qué te ries?
-¡De que te caben perfectamente en la boca! Ataqué.
Abandonamos la mesa donde estábamos sentados, él me tomó de la mano para ayudarme a bajar las escaleras.
Llegamos a la salida, había un espejo gigante, pensé en verme para saber si aún tenía maquillaje, pero él me sorprendió.
Desató con furia sus ganas, sentí sus manos alrededor de mi cintura, me agarró el culo y me tiró contra la pared. Nos comenzamos a besar y no voy a negarlo, quería también sentir su lengua entre mis piernas, indagando mis perversiones.
-¿Cómo estás? Me preguntó susurrándome en la nuca.
-¡Mojada! Le contesté devolviéndole un beso.
De pronto sentí como su pene se engrandecía, con ganas de salirse y explotarse. Respiró, creo que se avergonzó, pero a mí me excitaba saber que con solo unos besos yo había logrado corromperle la mente. Él ya me estaba imaginando encima, tocando mi cuerpo desnudo y besándome los pezones, para finalmente saciarse dentro de mi vagina profunda.
-¡Que culo tan perfecto tenés! Me dijo.
-¿Qué quieres? Le pregunté.
-¡Quiero follarte! Me contestó.
Me mojé más, mis tangas estaban empapadas. Estaba mojada desde la primera vez que lo vi a los ojos, es increíble como pueden seducirme unos ojos lindos, me expresan las ganas ocultas. Quería que metiera sus dedos entre mis pantalones, los moviera a su antojo y sintiera mis deseos. Me lo imaginaba gozando de mis profundidades y complaciendo las humedades de las cuales era culpable, porque aunque estaba conteniéndome, yo quería que me follara en todas las posiciones.
-¡Tápame! Me reí de él. Era muy notorio su pene elevado. Lo abracé para intentar apaciguarlo, pero las intenciones seguían latentes.
-¿Querés secuestrarme? Me dijo al oído en un tono seductor.
-¡Yo quiero todo contigo! Pero es tarde, mañana buceas y estarás cansado. Creo que debo irme a casa y tú a tu hotel.
Me miró sin ganas de rogarme, sé que tampoco lo haría, era lo suficientemente adulto para entender que yo no iba a botarle mis cartas el primer día, es que es una regla casi inquebrantable.
¡No se lo doy a un tipo en la primera cita!
Caminamos por varios minutos tomados de la mano. Me besaba de vez en cuando y cuando se lo permitía hasta que llegamos a la estación de taxi.
-¿Estás segura?
-¡Nos vemos mañana! Le dije y le di un beso.
¿Qué si me quedé con las ganas? Tenía el clítoris palpitando como un loco, con ganas de abrirme de piernas y descargar todas las ganas que sentía cuando me besaba. Repito, yo quería que me follara en todas las posiciones.
Llegué a mi casa, me quité la ropa y mis tangas seguían empapadas. Acaricié mis tetas mientras leía su mensaje de buenas noches.
-¡Acabo de llegar al hotel, la pasé muy bien! Te mando un beso.
No le contesté.
Foto vía: https://lamenteesmaravillosa.com/cerebro-del-hombre-durante-el-sexo/