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Por Violeta.

@historiasdecama

Ilustración: Oscar Delmar.

Mateo demostró el hambre. En sus nuevos mensajes sonaba interesado y con ganas de arrancarme hasta el último suspiro.

Quedamos en encontrarnos en otro bar de la ciudad. Yo estaba con algunos amigos y él llegó con un amigo con el que había venido de viaje.

-¿De dónde lo sacaste? Preguntó Mariana con curiosidad.

Sonreí nerviosa.

-¡Tinder!
-¡Whaaat! Dijiste que nunca abrirías eso.

-¡Siempre hay una primera vez! Le contesté.

-De todas maneras, debo aceptar que está guapo.

Mateo se acercaba a la mesa.

-¡Y sexy! Sonrió y tomó un sorbo de su cóctel.

-¡Actúa normal! Pareces una tonta ¡Sécate la baba! Me dijo regañándome.

-¡Ya cállate! Le respondí.

-¿Te depilaste? Soltó una carcajada.

-¡Ya cállate! ¡Y obvio que sí!  Le contesté.

Suspiré. Él se sentó a mi lado y me saludó con un beso en la mejilla.

No duramos más de una hora ahí sentados. Mariana tenía otro compromiso y yo había quedado con él en mostrarle otros lugares de la ciudad.

Nos despedimos de los demás chicos y caminamos 10 minutos hasta llegar a otra plaza.

-¡Muy colorida! Dijo su amigo.

-¡Si!  Y es súper transcurrida. Le contesté.

-Es una de las plazas más visitadas, es una mezcla cultural, aquí hay de todo. Le comenté.

El amigo de Mateo estaba encantado con la ciudad, pero le disgustaba ser mal tercio, a mí la verdad no me incomodaba, pero al parecer a él sí.

-¡Chicos! Quiero volver al hotel y nos encontramos más luego.  Dijo y se despidió.

Yo entendí el mensaje y finalmente tenía razón, su amigo me quería follar y si él estaba mucho tiempo con nosotros se iba a convertir en un problema de logística.

Entramos al bar y nos sentamos en una mesa.

-¿Qué querés tomar? Me preguntó Mateo.

-¡Una copa de vino blanco! Le dije.

El mesero tomó el pedido. La copa de vino y una cerveza.

-¡Ven y siéntate a mi lado! Le insinué. Estás muy lejos de mí, le dije con un tono de picardía. Él no lo dudó, se paró de la silla, se sentó a mi lado y me dio un beso.

-¡Estaba muy mojada ayer! Le susurré al oído.

– ¿Muy? Me preguntó lamiéndome los labios y metiendo sus manos entre mis piernas.

-¿Y ahora? Me preguntó mirándome fijamente.

-¡También lo estoy! Le contesté.

-¿Qué tanto?

-¡Lo suficiente! Pero solo lo sabrás cuando metas tus dedos entre mis piernas y salgan empapados de las ganas que tengo que me folles. Le dije para dañarle la cabeza con malos pensamientos.

Me miró con desespero, sé lo que quería y yo también quería lo mismo, pero estaba jugando con su imaginación, aunque no era difícil. Mateo era un hombre inteligente y sabia mis intenciones y simplemente me siguió el juego.

-¡Vamos a un hotel!

Lo olfateé por unos segundos.

-¿Para qué? Le pregunté.

-¡Para complacerte las ganas! Me dijo mirándome fijamente a los ojos.

Tomé mi segunda copa de vino blanco.

-¿Estás borrachita?

-¡No! Algo mareada. Guardé silencio.

-¡Y mojada! Le repetí.

Metió sus manos entre mis piernas. Sentía como me palpitaba el clítoris, sediento por hacer realidad mis pensamientos llenos de malos hábitos, aquellos que me hacían desearlo y me hacían delirar por la desesperación de que me quitaras las ganas sin parar.

No podía hacer mucho con sus manos porque yo tenía pantalones.

-¿Qué decís? ¿Vamos? Me insistió.

No tuve que pensarlo dos veces, era lo que quería desde el primer momento que lo vi y supe que viviría una historia de cama con él. Le percibí el aliento lleno de lascivia.

-¡Vamos!

Pagó la cuenta en el bar y salimos tomados de la mano.

-¿Dónde vamos? Me preguntó.

-¡Mateo! No tengo ni la menor idea, para un taxi y dile que nos lleve a un motel. Le dije.

No había terminado la frase cuando él ya había detenido el taxi. Nos subimos, fueron 4 segundos largos de silencio.

-¿Hacia dónde nos dirigimos? Preguntó el taxista.

-¡Nos llevás a al motel más cercano! Dijo Mateo.

-¡El más cercano queda a 20 minutos de la ciudad turística! Comentó el taxista.

-¡Ahí mismo! Corté la conversación.

El taxista arrancó.

Llegamos al hotel después de pasar unas calles largas y solitarias, traté de darle seguridad a Mateo sobre el lugar donde nos dirigíamos, veía en su cara algo de intranquilidad, pero todo pasó cuando nos bajamos del taxi y entramos a la habitación.

Subimos unas escaleras. La cama era amplia y, como todos los moteles, tenía un espejo en el techo.

-¡Se ve bien! ¡Es mi primera experiencia en un motel fuera de mi país! Me dijo.

Detalló la habitación. Estaba limpia, tenía una silla para posiciones y un cuadro erótico. Saqué mi celular para tomarle una foto. Él se sentó en la cama.

-¿Qué hacés? Me preguntó inquieto.

-¡Es una foto para mi blog!

-¿Escribís?

-¡Si! Sonreí.

-¿De qué te ríes?

Se detuvo justo enfrente de mí, me tomó de las manos y me miró. Sentí como mi piel se erizaba, mi corazón comenzó a palpitar con más frecuencia y mis labios estaban ansiosos por otro beso suyo.

-¿Sobre qué escribes? Me volvió a preguntar.

Me tomó por mi cuello y comenzó a darme besos. Le susurré al oído

-¡Historias de cama! Y le pasé mi lengua levemente por su oreja. Sentí como se excitaba y como su pene crecía con la intención de penetrarme sin preámbulos.

-¡Sos divina! ¿Te lo han dicho? Me preguntó saboreándose los labios.

-¡Nunca un uruguayo! Le dije imitando su acento.

Estábamos acostados en la cama. Él estaba encima de mí, me miraba con curiosidad. Sus besos eran pasivos, pero me mojaban las profundidades. Metió sus manos para acariciar mis tetas, mis pezones estaban llenos de ganas por su lengua. Quería que me diera duro desde que lo vi en frente de mi la noche anterior. Fue como un click a primera vista.

No sé cuántas chicas se ha follado de la misma manera, pero sé que tardará mucho tiempo para olvidarse de mi culo.

-¡Que delicia! ¡No tenés sostén! Me dijo.

-¡Ayer tampoco! Le confesé con respiración entrecortada.

Sentí su mirada invasiva y llena de lujuria.

Me besó los pezones con delicadeza, los estimuló a su ritmo y estaba funcionando maravillosamente porque mi clítoris parecía que se fuera a reventar. Estaba excitada y quería que me arrebatara esa necesidad de sentirme deseada.

¿Qué quieres? Le pregunté.

-¡Follarte desde que vi tu foto en tinder!

Sonreí complacida.

Me jaló los pantalones y quedé semidesnuda con solo el body puesto, aunque le costó solo unos segundos dejarme totalmente desnuda. Me miré en el espejo y me gustó como me veía, hambrienta de él.

-Mirá que sexy te ves desde acá arriba. Dijo señalando el espejo.

Metió sus dedos en mi vagina con fuerza para darme placer. Le respondí con un gemido.

-¿Te gusta?

Lo miré sin punto fijo.

-¿Tu qué crees? Dije con ganas de que siguiera moviéndolos con más intensidad.

Sentí como su sudor se desvanecía en mi piel.

-¡Estás deliciosamente mojada! Me dijo mientras me besaba y acariciaba mi cuerpo desnudo y ansioso de su saliva.

Y era verdad, estaba ansiosa, quería que me penetrara y me diera duro.

Estaba enceguecida y quería mi placer. No lo había visto desnudo hasta que decidí ponerme arriba y tomar el control de mis movimientos.

-¡Wow! Expresé.

Le acaricié el pecho, me deleité observándolo por segundos. Le di un beso con ganas, regalándole mi lujuria de verlo en frente de mí.

-¡Eres lo más sexy que ha estado en mi cama! ¡Que cuerpazo el que tienes! ¡Y que verga tan divina! Le dije con sinceridad.

No estaba exagerando cuando afirmé que era una obra de arte. Cualquiera se ve bien con ropa, pero él se veía mejor sin ella

¡Me encantó, me encantó, me encantó!

Tenía un cuerpo atlético y un pene rosado sin imperfecciones. No les voy a exagerar diciéndoles que era tamaño XXL pero  si les puedo asegurar que era lo suficientemente idóneo para hacerme gemir y para satisfacer mis profundidades ansiosas por  el grosor de sus deseos.

-¡Me halagás! Me dijo presionando sus dedos en mi piel.

Me volteó bruscamente para ponerme en cuatro.

-¡Me encantaa tu culo latino! ¡Es un espectáculo en cuatro! Me dijo mientras me penetraba.

Se movía con técnica y experiencia, lo sé porque sentía como sus genitales rozaban mi clítoris y mi ano, para ser más explícita, sentía como sus bolas rozaban mi ano y me gustaba esa sensación, tanto que quería que me siguiera dando duro, pero también estaba esperando que metiera sus dedos y me hiciera gozar por ahí ¡Creo que si me hubiese pedido penetrarme por detrás, hubiese accedido!

-¿Te gusta?

-Me encanta lo que veo.

Vi en sus ojos las ganas de venirse, reconozco ese brillo y me excita cuando lo percibo.

-¿Te quieres venir? Le pregunté moviéndome de arriba abajo y golpeándome contra su cuerpo.

-¡Si! Me contestó con voz entrecortada y mientras la sacaba y la metía.

-¡Dame más duro! Le exigí.

Él me obedeció dándome más duro y haciéndome gemir con más intensidad. Contraje las paredes de mi vagina para que sintiera más presión, lo ayudé rozando mi clítoris con fuerza. Cayó derrotado sobre mí, lo abracé y levanté mi pelvis para llenarme con mis sensaciones y mi orgasmo.

Sentí como mis ganas eran complacidas y empapadas de los mismos antojos. Hace tanto tiempo nadie lograba contagiar mi cuerpo de placer. Le abrí mis piernas para que se aprovechara de mí y él lo hizo, se vino feliz, lo sé, me lo confesó.

-¡Te moviste bien! Me dijo descansado y mirando el espejo mientras observaba nuestros cuerpos desnudos.

-¡Gracias! Le sonreí.

-¿Por qué?

-Porque hace algún tiempo no estaba preparada para sentir orgasmos y tu llegaste en el momento indicado y por eso quiero inmortalizarte en mis letras ¡Te voy a escribir una historia! Le prometí.

-¡Estaré encantado de leerla! Me aseguró.

Lo abracé. Sabía que era la última vez que lo vería.

-¡Tómame una foto para tu blog!  Me dijo y se puso de espalda. Grabé en mi memoria esa imagen.

Me gustó su propuesta, pero no tomé la foto. Muchos han querido ser protagonistas de mis historias, pero pocos me han querido regalar sus imágenes para ellas. Mateo le gustaba la idea y eso nos hacía compatibles.

Nos vestimos. Me dio un abrazo eterno y tierno. Salimos de la habitación en un taxi, tal cual como entramos. Me dejó en mi casa y él siguió para su hotel.

Cuando me acosté en mi cama leí su mensaje.

-¡La pasé muy bien esta noche! Descansa.

-¡Yo también! No escribí más.

Me dormí complacida y, aquí entre nos, un poco adolorida, pero felizmente comida.

La alarma de mi celular sonó. Me desperté rápidamente, el día pasó entero sin que me enviara un mensaje, yo sabía a lo que me atenía. El sexo casual es eso y viene con sus contradicciones.

-¿Cómo te fue? Preguntó Mariana después de tomar un sorbo de su café.

-¡Me folló delicioso!

-¿Y? Quiso indagar más.

-¡Nada! Tu sabes como son este tipo de encuentros.

-¡Bueno la pasaste rico! Es lo importante.

-¡Si! Es divino y se ve delicioso desnudo. Yo nunca había visto un hombre que se viera tan bien desnudo, era como un sueño de hombre. Le dije encantada.

Ella sonrió.

-¡Ya veo! Menos mal se fue. Me dijo.

-¡Si! Porque él me gustó. Le contesté.

Tomé una de las galletas y la mordí.

-¿Has hablado con él?

-Me dejó un mensaje diciéndome que le encantaría tomarse un café conmigo y verme otra vez, pero yo sé que es solo por cortesía.  Le comenté.

Ella me miró, sé lo que me quería decir, pero omitió las palabras.

-¡Vendrán otros más! ¿Lo sabes?

Acentué con mi cabeza y no le dije nada más.

Mateo me había gustado mucho para mi gusto, no esperaba sacar una historia de amor de Tinder, pero si esperaba que el caballero lo fuera hasta el final de sus días en la ciudad, pero para qué nos vamos a poner con sentimentalismo baratos. Conseguí lo que quería y nos follamos hasta el cansancio esa noche.

Y no tengo por qué mentirme a mí misma, no me arrepiento de haberle dicho que si a todas sus pretensiones, aunque a la larga hayamos compartido juntos tan poco tiempo y me haya quedado con el dilema de que fue un polvo pasajero que me hubiese gustado repetir.

Finalmente fuimos dos animales hambrientos que se rozaron los cuerpos para untarse de placer y quitarse las ganas de devorarse salvajemente y aunque me haya dicho que se quedaba con un lindo recuerdo mío, yo quedé con la vaga incertidumbre de que el caballero desapareció con la primera follada. Aunque aún tenga en mis recuerdos como se movía cuando me estaba penetrando en la silla de posiciones y como sentía su pene duro dentro de mi, con ganas de explotarse hasta venirse, con los ojos perdidos y las ganas alborotadas.

Si, yo quería que me volviera a follar para poder hacer otras pasiones realidad.

 

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