Por Violeta
Sexo en California, besos en California y muchos orgasmos deliciosos en California.
Abraham me tiene loca. Quiero que me folle todo el tiempo. Sí, quiero estar siempre entre sábanas con él y gritarle que me dé más duro. Montarlo como una fiera y cabalgar encima de él hasta venirme y botar mi último deseo.
¿Sabes cuál es? Que me folle de día, de noche y todos los días.
Una vez vi por Instagram un body que solo me tapaba la parte debajo de mi ombligo, llevaba unas cintas que cruzaban por los senos y unas cadenas que guindaban para darle sensualidad sin verme vulgar. Sin embargo, a mí no me importaba. Yo solo quería que cuando lo tuviera puesto, él se enloqueciera y fantaseara con meterme sus deseos y su pene. Así como se lo imaginan, su pene grande, duro y loco por mí. Porque si de algo estaba segura, era que él también estaba loco por mí.
Guardé la foto y se la mostré a una amiga diseñadora. Ella fue mi cómplice en semejante estrategia que implicaba que el pene de mi hombre se endureciera solo con verme y si aún tocarme.
Habíamos llegado a un motel en California.
Él bajó por nuestras maletas. Aproveché para darme un baño rápido. Me puse mi body y me veía tal cual como quería. Como una perra acechando a su presa. Me miré más de una vez en el espejo y me encantó el resultado. Yo sabía cuáles serían las consecuencias y en que terminaría mi noche. Lo conozco tanto, sé cómo huele, sé a qué sabe cada uno de sus besos y lo entiendo solo con ver el brillo de sus ojos. Si, sé como dominarlo. Él es un animal salvaje y eso me encanta.
De pronto, me interrumpió cuando intentó abrir con fuerza la puerta de la habitación, yo le había puesto el seguro para que no me sorprendiera y descubriera mi regalo para él.
– ¡Violeta! ¿Qué haces? Me preguntó con el ojo metido en la rejilla entre el marco y la puerta.
Reaccioné rápidamente, puse un camisón largo encima y corrí a abrir la puerta.
-Amor ¿Por qué estabas encerrada? ¿Qué hacías? Preguntó con curiosidad.
-¡Nada! Le respondí. Te demorabas mucho y me dio miedo que alguien me abriera la puerta por equivocación.
No dijo nada, me dio un beso en la frente y se quitó la ropa que estaba usando y se sentó en el escritorio donde tenía el computador encendido para comenzar a trabajar.
Yo me acosté en la cama y comencé a perder el tiempo en internet.
-¿Tienes hambre? Me preguntó. Lo conozco, me miró con lascivia y eso me tenía mojada.
-¡De ti! Le contesté. Sonrió, me gusta cuando sonríe, se le hace una expresión en la frente y sus ojos caídos se vuelven más pequeños, pero aún puedo verles el color y su brillo cambia cuando quiere meter sus dedos entre mi ropa.
Se tiró en la cama, cayó encima de mí, me besó, se saboreó con mi lengua hasta meter sus dedos entre mis tangas y palpar mis humedades.
-¡Estás mojada! Y se apretó más contra mi cuerpo.
Con sus manos manoseo mi abdomen hasta que descubrió las cadenas y más arriba mis tetas al aire. Me quitó con fuerza el blusón que tenía puesto.
-OMG, WOW. Expresó sorprendido.
-Me encanta! Me miró con deseo. Yo estaba acostada debajo de él, luciendo mi atuendo y mis ganas de que me penetrara duro y sin descanso.
-Siendo lastima por tu body, ¡Lo voy a dañar! Me dijo lamiéndome los pezones.
No quería preámbulos.
-¡Métemela! Le ordené. Él me complació. Abrió mis piernas y me miró con ansias. Sentí como su pene penetraba mis entrañas y me hacía palpitar con fuerza mi clítoris.
Continuará…