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Por Violeta.

@historiasdecama

 

Entramos a la habitación de un hotel viejo de la ciudad donde él se estaba hospedando desde hace algunas semanas. Me contó que había llegado a Colombia con ansias de explorar, de ganar experiencias y de entrar en la cultura de la ciudad. A pesar de ser nada lujoso, al menos estaba limpio y tenía baño privado.

Era un hostal en la ciudad vieja, bien localizado, cerca de restaurantes y playas.. El abanico de techo era un poco ruidoso y viejo, el aire acondicionado funcionaba cuando se le daba la gana. La habitación era estrecha,  había una cama doble de madera y una mesa donde tenía su computador.

Las paredes fueron testigo de nuestros primeros encuentros sexuales. Sexo muy bueno y excitante, pero no tan esplendoroso como lo es ahora.

¡Supe que iba  a peder la cordura por él, cuando lo ví por segunda vez!

Días de playa y noches de cenas en restaurantes deliciosos. Un par de besos apasionados y una agarradita de manos mientras caminábamos por la ciudad. Algunas noches mirando perdidos el techo, suspirando cada orgasmo. Descansando nuestras ganas.

Me encanta la mezcla de raza que tiene, su belleza es extraña pero me fascina. Es alto, de piel bronceada y cuerpo atlético. No me voy a equivocar en afirmar que ha sido lo mejor que ha dormido en mi cama y estoy obsesionada con la agresividad con la que me miran sus ojos cafés cuando está a punto de venirse.

Esa noche habíamos cenado en  un exquisito restaurante de comida de mar. Nos habíamos tomado dos copas de vino cada uno. Al entrar a la habitación me desvestí mientras él se acostaba en la cama, me abrazó con efusión, cada vez que lo tengo cerca, siento que su olor humedece mi entrepiernas y  mis labios están ansiosos por más besos calientes.

Es fácil que él descubra las ganas que le tengo porque con solo meter sus dedos dentro de mis tangas y acariciar mi clítoris, puede manosear mi vagina empapada.

-¡Tengo sueño! Me dijo después de darme un beso en mi mejilla.

Entré al baño a cepillarme los dientes y decidí tomar una ducha antes de dormir.

-¿Qué haces? Escuché que me decía desde la habitación.

-¡Me baño! Le contesté mientras me enjabonaba.

Sentí el ruido de la puerta cuando la abrió y me invadió en la ducha. Sentí sus manos sobre mi espalda, me giró, me acarició  y  me besó el cuello y justo debajo de mis orejas. Yo le respondí jalándolo por el cuello y  besándolo en la boca.  Me alzó por mis nalgas, alcancé a sujetarme con fuerza en el marco de la puerta. Mi cuerpo estaba en el aire pegado al suyo, comenzó a cogerme y mientras lo hacía, el agua de la ducha caía sobre nosotros sin apagarnos la calentura.

-¡I have a man! (tengo un hombre) Le dije.  Él me contestó con una desenfrenada pasión que me dejó sin aliento a replicas.

Me sacó del baño cargándome entre sus brazos, me tiró en la cama y me lamió todo mi cuerpo desnudo. Sus manos me encendían con la intención de hacerme venir.

Ya conozco sus gestos y sé cuando está a punto de llegar y es justo ahí donde   siempre  le digo.

-¡Dame más duro! Él me obedeció y con toda la fuerza de su cuerpo me dio más duro.

Me miró perdiéndose en mis ojos, un soplo de satisfacción iluminó su cara. Yo entendí cada expresión con la que desataba su complacencia.

Mis piernas comenzaron a temblar, las alcé para hacerle más estrecho el paso, con un grito que guió el final. Lo abracé con fuerza contra mi cuerpo flotando en el aire. Le mordí las orejas y los labios. Presioné su mano contra la cama. Ambos caímos derrotados ante nuestra pasión. Nuestros cuerpos desnudos amándose sin límites, eran él y el color de sus ojos que me tenían muerta de pasión.

-¡Lo amo! Me Dijo.

-¿A quién?

¡A él! Con su mano derecha agarró con fuerza mi culo. Una explosión de sensaciones aferradas.

Nos quedamos dormidos ahí, uno junto al otro. Respirando el mismo aire y cubriéndonos bajo las mismas sábanas, testigos de esa noche.

El sol entró fuerte por la ventana. Sus ojos aún cerrados y con pocas expresiones de pereza en su rostro. Dormía y se veía tan perfecto, así como las líneas de sus labios y la caída de su nariz.

Le di un beso en espalda y  sonrió, me abrazó con sentimiento y suspiró en mis oídos. Sus manos acariciaron mi pelo. Quise decirle cuanto lo amaba, pero  lo dejé a su imaginación.

– ¡Me gustan más las mañanas contigo porque cuando te abrazo me siento un nuevo hombre! Susurró abrazándome con más fuerza.

Quisiera que nunca me soltara, simplemente cuando miro sus ojos cafés, eso lo más cercano a la felicidad.

No hay dudas, supe que iba a perder la cordura por él,  cuando lo ví por la segunda vez que lo vi.

Continuará.

 

 

 

 

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